Ya
no estoy acostumbrado a caminar, como podrás imaginarte, por lo que es
raro que lo hiciese hoy. El camino de siempre, el que ya conoces — tuyo
y mío — que tanto tenemos de no recorrer. No sé que me poseyó para
voltear hacia arriba, en aquella calle (la de las flores que te detenías
a oler, ¿la recuerdas verdad?) pero me sorprendí cuando lo hice. Pensé
por un momento que nevaba y en seguida me corregí, es pleno verano y en
esta ciudad jamás cae la nieve. Me fije entonces que lo que había
confundido con copos de nieve eran las plumas de algún ave blanca, sus
plumas caían muy levemente, tal vez por eso las confundí ;me sorprendió
su belleza y una de ellas cayó en mi mano. Te escribo entonces,
esperando que mi carta te llegue con bien, porque como ves, la paloma
mensajera que me enviaste, se perdió.
Tuyo,
Javier
P.S: Te adjunto la pluma, por si la
vuelves a ver.
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