Son aquellos momentos tan cortos de la vida los que les dan sentido. Por eso aquí te pedimos que te tomes un momento para sentirlos, para ponerte en la piel de otros. Contribuidores: Bruno Langle, Luis Ponce, Alejandra Gómez (Pato de Hule), Israel García, Fernando Cruz
domingo, 18 de septiembre de 2011
Dos días en la vida
Hola: sé que tiene tiempo que no hablo contigo,
que no sabes nada de mi. Es posible que te hayas olvidado de mi nombre,
así como yo del tuyo. No, no creas que te lo reprocho, no se trata de
eso. Escribo y, la verdad, no espero respuesta alguna. Seguro ahora eres
una persona distinta a la que conocí aquel día. Puedes decir que estoy
loco, yo mismo lo he pensado. Definitivamente lo estoy, quién más le
escribiría a alguien a quien vio dos veces y de cuyo nombre no se
acuerda. Ah! Sin embargo eres de los recuerdos más bellos que tengo.
Fueron dos días, dos únicos días, en los que estuve contigo, y jamás se
me olvidará ni un detalle de ellos, tu sonrisa, tus ojos, tu piel, tu
piel, tu piel. El
primero, que apenas te pude ver, y cómo me viste, de reojo y fue eso lo
único que necesité, para saltar enfrente tuyo. El segundo fue poco
después y, como ambos sabemos bien lo que pasó, prefiero sólo decir que
estábamos aún dominados por ese entusiasmo característico de los
jóvenes, sobre todo de los recién enamorados, sobra decir que tampoco lo
he olvidado. Pronto, ya no queda mucho, para que mi vida llegue a su
fin, para que de una vez por todas, deje de respirar. Podré olvidar
todo, pero no tu sonrisa ni tus ojos ni tu piel. Te escribe ahora un
hombre viejo, a quién le puedes escribir de vuelta lo que sea, así muera
antes de que te llegue esta carta. Bah! Fuimos jóvenes una vez, y con
ella me basta.
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