No
podía sino admirar a ls grandes autores, a los verdaderos gigantes de la
literatura, los había leído a todos. Shakespeare, Poe, Hemingway,
Cortázar, Faulkner, Neruda, Whitman, Borges y más habán desfilado ante
sus ojos, bebía las palabras que habían escrito, quería saberlo todo de
ellos, los admiraba tanto.
Quería ser elos.
Empezó
por imitar su estilo, luego, sus personalidades, sus ideas, se
mimetizaba por completo,un día era Dahl, al siguiente Bradbury. Sus
imitaciones eran casi perfectas, sólo un detalle le faltaba, uno, que le
parecía insignificante.
Algo
que todos tenían. Decidió que imitarlos ya no era suficiente, tenía que ser ellos, tenía que conseguir aquel detalle. Sonrío, y se aventó a las vías del metro.
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